jueves, 9 de abril de 2009

Radio Madrugada: Primera Parte

Había estado cenando en compañía de los tres invitados en torno a lo que giraría el programa de la madrugada siguiente. No podía sentirse especialmente sorprendida por lo que le estaba sucediendo, ya que no se trataba de nada que pudiera ser catalogado de anormal. Pero si le chocaba un tanto la desacostumbrada agresividad con que aquella madrugada se presentaba el deseo. Posiblemente tuviera algo que ver el whisky ingerido antes y después de la cena. No era propiamente verano, pero sentía un intenso calor esparcido por todo su ser, impregnando cada rincón de su cuerpo de hembra joven y hermosa.

Llevaba una blusa semitransparente, incapaz de ocultar en su totalidad la malla sedosa que se ajustaba a sus pechos –un sujetador concebido para la estimulación sensual, sin lugar a dudas--, desabrochados los dos botones superiores, mostrando la suave turgencia del surco divisor de las dos semiesferas, en su nacimiento. Un tejano se ajustaba a sus caderas, marcando las redondeces glúteas, en tanto la hendidura genital era subrayada por la presión de la tela.

No se ruborizó cuando los compañeros de trabajo silbaron al cruzarse con ella, sintiendo las miradas decididamente rígidos a sus pechos y a sus ingles. En verdad se sentía poseída por el ansia de placer, por la necesidad de adentrarse en los enajenantes caminos de la entrega sexual.

Pero tenia que trabajar. Dentro de cinco minutos le esperaba un programa radiofónico de tres horas de duración. Desde las tres de la madrugada hasta las seis de la mañana. Su título: “Radio madrugada”. Entró en el estudio, tomó asiento ante la mesa materialmente cubierta de papeles y se colocó los auriculares. Enfrente, al otro lado de la pared de cristal, estaba el técnico de programación, a punto de darle entrada.

“Hola, mis queridos y leales amigos. Una madrugada más con vosotros, con los que trabajáis a estas horas, con los que os halláis al volante de un camión o, sencillamente, con quienes estáis en la cama, sin querer, o sin poder, dormir. Durante las tres próximas horas, nos adentraremos en el mundo de la intimidad, de los deseos insatisfechos, de las noticias más sorprendentes y variadas, y, por supuesto, de la buena música… de la música de todos los estilos. Como siempre, os habla Marisa, Vuestra incondicional y eterna amiga Marisa…”

Su voz era densa, profunda, con un sabor a soprano sensual. Era consciente de que muchos hombres la escuchaban. Y sabia que, algunos de ellos, buscarían el placer solitario, en la inmensidad vacía de sus camas, estimulados por la voz pastosa y excitante de la radio y por sus propias imaginaciones.

Continuará…

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